miércoles, 17 de junio de 2009

Él la extraña


Durante esa noche una parte de ella vagaba en el espacio y la otra se encontraba en el mundo que ella misma se creo, y el cual ella solo conocía.
Su alma bailaba junto a la de él. Ellos se encontraran mientras el duerme. El despertará cansado beberá un poco de agua, regresara a su cama y deseara volver a dormir porque la extraña y sabe que solo así se encontrara con ella.
Todo lo que empezaron juntos podría haber resultado bien, si no hubiese sido por su exhibicionismo compulsivo. Si se hubiera comportado de una manera más discreta, hoy estarían cumpliendo su misión. Pero no podía controlarse se creía dueña de la verdad, capaz de sobrepasar todas las barreras utilizando solamente su poder de seducción. Ella vivía flirteando con el peligro. Dicen que las personas extravertidas son más infelices que las introvertidas y necesitan compensarlo demostrándose a sí mismas que están contentas, alegres, a bien con la vida; al menos en su caso este comentario es absolutamente correcto.
Ella inducia a la gente a una especie de intoxicación que puede llevar a entrar en contacto con lo mejor, pero también con lo peor de nosotros mismos. Ella lo descubrió esa noche donde falleció.
Quería vivir, bailar, ser feliz, viajar, reunir gente a su alrededor para demostrar lo sabia que era, quería exhibir sus dones, provocar a sus amigos, aprovecharse de todo lo que tenemos de más profano.
Ella jugaba con los sentimientos ajenos de manera aterradora, se sentía poderosa lejos de las masas anónimas.
Dar sin pedir nada a cambio era la verdadera razón de su vida. Ella buscaba el placer completo e ilimitado, justificando su existencia.
El mundo no estaba preparado para las transformaciones que ella quería provocar. Ella solo seguía lo que su corazón le dictaba. Ella sacó a la superficie el riquísimo mundo que todos llevamos en el alma, sin darse cuenta de que las masas anónimas todavía no estaban preparadas para aceptar sus poderes.
Nuestro tiempo en esta Tierra es sagrado, y debemos celebrar cada momento. El mundo físico y espiritual es lo mismo. Podemos divisar lo divino en cada mota de polvo, pero eso no nos impide limpiarlo con una esponja mojada. Lo divino no desaparece, sino que se transforma en la superficie limpia.
Ella era una sacerdotisa que comprendía todas las fuerzas de la naturaleza. Era alguien que, por el simple hecho de no tener mucho que perder ni que esperar de la vida, se arriesgó más que los demás, y acabo convirtiéndose en las fuerzas que creía dominar.

El habla de ella, la extraña y la necesita. Desea contarle lo que le está sucediendo. Quiere amarla de nuevo, volver a sentir su suave piel y sus cabellos castaños claros, oler su aroma, escuchar sus risas y mirar su sonrisa, sus claros ojos marrones para así inspirarse y volver a escribir mientras ella descansa en las suaves sabanas blancas.